“En Barcelona, los primeros choques se produjeron a las cinco de la mañana del día 19, domingo. A las ocho salí de casa hacia la emisora, donde reinaba el más grande desconcierto. Por las calles, sólo se veían obreros que se dirigían precipitadamente hacia sus sindicatos o partidos para pedir armas y incorporarse a la lucha (…)
El mismo día 18, la Junta Directiva de Ràdio Associació, al ver el cariz que tomaban los acontecimientos, había solicitado protección armada a la Generalitat, pero ninguna medida no se hizo efectiva, y los miembros de aquella Junta abandonaron la emisora horas antes que la sublevación empezara en Barcelona. Los técnicos y locutores de la radio, el jefe de emisiones Amadeu Serch, y su adjunto, Carles Sala, no sabían qué iniciativas tomar, mientras las llamadas de la Generalitat y de los responsables más destacados de los partidos y sindicatos se sucedían para que el pueblo se librara a la lucha. A las once de la mañana, viendo cómo los hospitales se llenaban de heridos y no había suficiente sangre, se efectuaban desde las emisoras llamadas para que los donantes fuesen a los centros hospitalarios. También desde nuestros micrófonos empezamos a radiar mensajes destinados a tranquilizar a los familiares que la guerra había separado en uno u otro bando, pero pronto nos dimos cuenta que muchas de aquellas comunicaciones, redactadas en términos un poco absurdos, eran mensajes que servían al espionaje de la España llamada “nacional”. Por este motivo, la Consejería de Guerra prohibió las transmisiones no debidamente autorizadas.”